» Envaina tu espada, porque los que la usan serán tus
víctimas » Mateo 26, 52
» El que no tenga espada, que venda su manto para comprar
uno.» Lucas 22, 30
No me importan tus teorías sobre la violencia; lo que me
interesa saber es cómo vives en medio de la violencia
que nos rodea por todas partes.
Si nunca fuiste víctima de la violencia, habla sobre ella
con prudencia por respeto a los que sufren en su pellejo.
Provocar la violencia en nombre de Dios y del Evangelio
es sacrílego. Predicar la resignación a los que sufren la
violencia, invocando a Dios y al Evangelio, en una burla.
No cesará la violencia cuando haya menos armas, sino
haya más amor.
Si de veras rechazas la violencia, ¿por qué la condenas
cuando lo ejercen los de un bando y la aplaudes cuando
ejercen los otros?
Destruir la violencia es como apagar un incendio con
bencina.
La única manera de luchar contra la violencia es no
provocarla.
No es fácil ser sinceros y coherentes ante la realidad
de la violencia. Algunos maldicen las guerras y bendicen
las armas. Otros maldicen las armas y bendicen la «guerra
justa».
Mientras te preocupas por condenar la violencia social,
no dejes de tener en cuenta la violencia que puedes
ejercer sobre los que te rodean.
La violencia más cruel y destructiva no es la que golpea
nuestros cuerpos, sino la que hiere nuestro espíritu.