Si tu cuerpo está sano y es feliz, tú estarás sano
y serás feliz.
Por esto tienes que oírle, amarle, ayudarle y
cuidarlo.
El cuerpo de los pequeños necesitan muchas
caricias y abrazos.
Y el cuerpo de los mayores también.
Ama y respeta a tu cuerpo.
Tu cuerpo no debe ser para ti, ni un desconocido
ni un marginado.
Cuida tu cuerpo con cariño.
No es un huésped o un visitante que se va y viene.
Es un compañero de viaje que se nos ha dado de
por vida.
Con él vivimos, pensamos, sufrimos y morimos.
Cuida tu salud como deber que te ha encomendado
tu creador.
Si tú no lo haces ahora, otros tendrán que hacerlo
algún día por ti.
Y es una molestia que les puedes evitar.
No creas que tu cuerpo sea otra persona «pegada»
a ti.
Tu cuerpo eres tú mismo, no «otro» distinto a ti.
Empieza por identificarte con tu cuerpo porque
lo que él es, eso eres también tú.
Tu cuerpo necesita, en dosis equilibrada, descanso
físico y a la ves cansancio físico.
Tanto puedes enfermar por excesivo cansancio, como
por excesivo descanso.
Saber obtener a la naturaleza por la noche, dando al
organismo el descanso de sueño que necesita, es fun-
damental.
El sueño no es tiempo»perdido» o malgastado, que
podría utilizarse con mejor provecho.
Sino tiempo «ganado» para asegurar una mejor calidad
a nuestro trabajo y una disposición humana más idónea
para la convivencia con los demás.
Es extraño que solemos alimentar y cuidar más el interior
del cuerpo, que su cara exterior.
Y las enfermedades nos vienen de afuera.
Si cuidáramos y alimentáramos mejor los órganos interiores.