Tengo al perdón el alma tan dispuesta
como sorda a la ofensa y al halago,
y ni el mal que recibo ni el bien que hago
merecen alabanza ni protesta.
La mala voluntad no me molesta
ni el injusto desdén me causa estrago:
al sentir de traición algún amago,
siempre doy el desprecio por respuesta.
De la maldad el germen infecundo,
arraigar en mi pecho no ha podido,
y a despecho, quizá, de todo el mundo,
soy feliz, porque el mal que he recibido
lo fuí lanzando con desdén profundo
al abismo insondable del olvido.
Francisco Capella.
(Español