De los siete pecados capitales, la ira quizá sea
el más divertido. Restañar las heridas, runiar
los viejos agravios y las posibles afrentas futu-
ras, regodearnos con el dolor sentido y con el
que devolvemos en represalias. . . , todos estos,
por muchos motivos, son placeres dignos de reyes.
Lo malo es que eso que con tanta delectación
engullimos es nuestro propio ser, y nosotros mis-
mos seremos los despojos del festín.
-Frederik Buechner