La impaciencia envenena todas nuestras
alegrías y nos impide reconocer la felicidad.
Nos hacemos impacientes porque tenemos
la impresión de que la felicidad está siempre
un poco más allá; y queremos hacerlo todo
a prisa con tal de lograrla. Pero la felicidad,
tal como escribió un filósofo alguna vez, es
como una pelota perseguida por un niño.
Al alcanzarla, se le da una patada.
-Luigi Barzini