La vida es una carrera sucesiva de problemas.
Si esperas vivir cuando se resuelva un proble-
ma, nunca llegarás a vivir.
Porque resuelto «este» problema, esperan su
turno «aquél» y «aquel otro».
No eches más leña al fuego de tus preocupa-
ciones.
De esto ya se suelen encargar los demás.
Hay lágrimas de dolor y lágrimas de pena.
Si quieres curar el dolor, cura el cuerpo.
Si quieres curar la pena, cura el espíritu.
El hombre de hoy sufre lo mismo que ha
sufrido el hombre de ayer y el hombre de
siempre.
Sólo que ahora el dolor sabe hablar más y
prefiere palabras de protesta y de desespero.
No sabemos si es más o menos fuerte el dolor
del hombre moderno.
Sólo sabemos que se oye más alta y más cerca
su voz.
Todos vivimos amenazados de muerte por las
enfermedades y accidentes , que nos anuncian
-nos guste o no- el día desconocido pero inevi-
table de la muerte.
Y lo extraño es que seguimos viviendo sin pre-
parar nuestro espíritu para la realidad de este
último día.
En las desgracias, no te faltará al principio gente
a tu alrededor, o palabras para tus oídos.
Busca, si puedes, aquellas personas que no saben
hablar, pero saben sentir, escuchar y comprender.
En momentos de dificultad o desgracia, búscate a
ti mismo antes que los demás.
busca el rincón bueno que hay dentro de ti, descan-
sa y déjate ayudar por el ángel consolador que todos
llevamos escondido.
Los problemas, aunque vienen como las filas de los
soldados en una parada militar, -todos juntos y de
frente-, deberíamos ordenarlos de otra manera.
Como dicen que atacaban los indios, uno detrás de
otro, que por eso hemos inventado la frase «en fila
india.
Quien te critica, a veces pretende molestarte o he-
rirte . Acéptalo.
Pero no dejes que estas molestias y heridas te hagan
daño.
Y esto último está siempre en tu mano.
Ante cualquier contrariedad, solemos pasar por alto
el análisis de los hechos mismos, tal como ocurrieron.
Conviene empezar por saber «qué» ha ocurrido, qué he
hecho yo, y qué han hecho los demás.
Después pasaremos a las causas y a los remedios.
No te hagas responsable de los problemas de otros, cuan-
do tú no los has causado.
Pero «algo» responsable si lo eres cuando estaba en tu ma-
no evitarlos.
No es agradable recibir acusaciones y ofensas de un ser
querido.
Es el lenguaje típico del niño con su madre, cuando sufre
alguna contradicción o pena.
Sólo que lo que es propio de una edad, no es apropiado
para otra.
«CONTINUARÁ»